sábado, 15 de enero de 2011

El Camino de la Investigación III

Entre las primeras entradas de este blog, se encuentran aquéllas en las que comencé a describir el difícil camino por el que tuve que discurrir en la búsqueda de las circunstancias que rodearon la muerte de mi abuelo.
Tal y como me había dicho el funcionario del Archivo Naval de Cartagena, allí no se encontraba la causa que se abrió contra él, pero sí que consulté su expediente de prisión, donde se hallaba la orden de procesamiento, y no iba dirigida sólo contra él; el juez José Mª Mena había dictado “auto de procesamiento por supuesto delito de rebelión y maltrato de obra a superior contra el Auxiliar 1º de Sanidad Don Enrique Martínez Godínez, el Auxiliar del C.A.S.T.A. Don Pedro Cerezuela Navarro y el Cabo Artillero Camilo Campillo, los cuales debían quedar en situación de Prisión Preventiva”. La causa, sin embargo, no aparecía.
Delito de rebelión… claro, ésa era, genéricamente, la acusación que se dirigía contra todo el mundo, rebelión, ayuda a la rebelión… pero la segunda, maltrato de obra a superior… ¿qué significaba, exactamente, esa acusación? Lo mismo podía referirse a un empujón o una bofetada, que a una insubordinación, o incluso a haber detenido o matado a un oficial…. ¿De qué lo habían acusado?

Si pudiese encontrar algún dato de alguno de los otros dos procesados, quizás supiesen, exactamente, por qué lo habían sido… Según sus expedientes, fueron ejecutados el 14 de febrero del 40, y por mi familia sabía que Pedro Cerezuela había vivido en Los Dolores, pero sus familiares más allegados habían desaparecido del barrio hacía años.
Envié una serie de correos electrónicos mandados a diferentes amigos, acompañados de una carta que pedía difundiesen, enviándola a sus contactos o publicándolas, en su caso, en su blog.
Casi un mes más tarde recibí un correo electrónico del sobrino de Camilo Campillo, en que me contaba que era natural de Murcia aunque vivía en Madrid desde hacía muchos años, que la práctica totalidad de los coetáneos de su tío habían desaparecido, pero que quizás él pudiera facilitarme alguna información que me ayudara en mi tarea de búsqueda, y que para ello era fundamental conocer qué datos necesitaba.

Le hablé sobre la desaparición de la causa, explicándole que había llegado a mi conocimiento que la orden de procesamiento había sido dictada, contra tres personas, y que aunque mi abuelo había muerto antes de llegar al juicio, si los otros dos procesados habían sido fusilados era porque sí que habían llegado a ser juzgados, por lo que le pedía los datos que me pudiese aportar sobre los conocimientos que tuviese su familia acerca del consejo de guerra, y cualquier dato que conociera – nombres, fechas, lugares – que pudieran haber utilizado contra ellos en el juicio. También le pedí que me dijese si conocía algo acerca de la detención y estancia en prisión, quien detuvo a su tío, con quién se encontraba en la celda, alguna carta que les hiciera llegar a los familiares, noticias del periódico, etc. Pero sobre todo, le hice hincapié en lo importante que era para mí conocer si habían servido juntos en el mismo barco en el momento del golpe de Estado, pues yo sabía que mi abuelo, el 18 de julio, prestaba servicio en el Lepanto, y si había alguna cuestión que supiera respecto a ese momento, o si hubo posibilidad de que posteriormente hubiesen coincidido en otro destino, o si tenían en su familia algún dato sobre qué personas pudieran haber actuado como testigos de la acusación, delatores, etc.

Poco sabía acerca del tema. En su familia siempre se había pensado que la detención de su tío había obedecido a su pertenencia al Lepanto, por el papel que este buque jugó en el hundimiento del Baleares, que Camilo, habiendo tenido la oportunidad de marchar a Francia, la desestimó en el último momento por no dejar a su mujer y su hija, y por el convencimiento de que nada le iba a pasar porque no había cometido delito de sangre, y que fue detenido, sometido a juicio sumarísimo, condenado a muerte y fusilado. Nada más me podía decir.

La interpretación de que la detención se debió a la participación del buque en el combate en que se hundió el Baleares, no me servía, puesto que en esas fechas mi abuelo se encontraba desembarcado, destinado en el Hospital Militar.
Había que seguir buscando por otro lado, y durante diez meses anduve entre legajos tratando de buscar alguna pista que me llevara al esclarecimiento de la verdad. Poco a poco fui consultando los expedientes de quienes habían sido sus compañeros de prisión, con la esperanza de encontrar allí algún dato que me ayudara a reconstruir el rompecabezas. Meses y meses de trabajo lento y descorazonador, hasta llegar al día en que por fin pude acceder a los primeros datos que realmente podía considerar útiles para el fin que perseguía. Pero hasta llegar a ese 18 de diciembre de 2009, fecha en que por fin pude salir satisfecha del Archivo, había de pasar mucho tiempo, había de recorrer innumerables pistas fallidas…
               

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