sábado, 27 de junio de 2015

LA IMPRESCINDIBLE NECESIDAD DE LA MEMORIA


"A las generaciones futuras no les contarán nada sobre nuestro fracaso, y si lo hacen, será de tal manera que no les quedarán ganas de saber nada sobre nosotros"
Max Aub (Campo de los Almendros)

 Dada la vigencia que continúa teniendo, hoy en día, este artículo del memorialista Floren Dimas, lo reproduzco en este blog, por la pertinencia de sus manifestaciones.


(Escrito hace 10 años)
LA IMPRESCINDIBLE NECESIDAD DE LA MEMORIA

Max Aub es uno de los novelistas más destacados de la literatura española del siglo XX. Pero su nombre es desconocido para el gran público, porque está excluido del catálogo oficial de autores cuya lectura es prescriptiva para los estudiantes de Secundaria y Bachillerato. Hubo de ser un antiguo censor franquista, Camilo José Cela, quien lo redescubriera para los lectores españoles en la década de los 60, cuando Aub visitó por última vez el país del que se exilió para constatar que nunca volvería a ser el suyo.

Max Aub fue un socialista sin concesiones, crítico de Prieto y Besteiro y partidario ferviente del último primer ministro legítimo de España antes de la imposición de la dictadura: Juan Negrín. Pero el olvido de los suyos condujo a la paradoja de que el acto constitutivo de la fundación que lleva su nombre fuera presidido por un presidente de gobierno de la derecha más rancia, José María Aznar cuyo padre, eminente prohombre de la Prensa del Movimiento y Director de la escuela de cine bajo Fraga, seguramente jamás habría permitido a Aub publicar en un periódico español ni firmar un guión cinematográfico como el de Sierra de Teruel.

En "Campo de los Almendros" - la novela más dramática de su ciclo El laberinto mágico - Aub narra la desesperanza de los vencidos que aguardaban la cada vez más improbable salvación en el muelle del puerto de Alicante, último territorio de la República Española a finales de marzo de 1939. Dos personajes hacen balance de lo que pudo ser y del legado que dejan a las generaciones futuras ¿Qué dirán, se pregunta uno de ellos, de su fracaso? "No te preocupes, - responde su antagonista - no se lo contarán y, si lo hacen, será de tal manera que no les quedarán ganas de saber de nosotros. Lo tendrán que descubrir todo por sí mismos".

El franquismo cumplió eficazmente su misión. Como predijo Aub, no se limitó a administrar la victoria militar y la represión subsiguiente con un parsimonioso criterio contable del terror, dispensador de penas de muerte y años de cárcel; no bastaba con erradicar a las personas que habían protagonizado el intento más avanzado de implantación de un estado laico, culto y socialmente justo que había tenido lugar en la Historia de España: había que arrasar el fermento que de ello pudiera subsistir en el futuro, aquello que pudiera ligar a las generaciones venideras con los esfuerzos  de las que les precedieron: la Memoria. Y la Memoria fue suplantada por la Ignominia: callejeros convertidos en homenaje perenne a la barbarie, espacios públicos consagrados a la brutalidad, el oscurantismo y el genocidio, plazas ornamentadas por monumentos al rencor y el delito organizado en forma de régimen tiránico...

Sí, el franquismo cumplió eficazmente su misión, pero ¿están cumpliendo con la suya nuestros actuales representantes democráticos? Reivindicar la Memoria Histórica no es un anacronismo ni un incordio; promover y saludar la retirada de los monumentos a la ignominia no es incitar a la revancha ni reabre más heridas de las que su misma pervivencia encarna. El homenaje a las víctimas es un ejercicio de justicia restitutoria, así como la erradicación de la glorificación a los verdugos es un deber de salud ciudadana. Cada uno de quienes nos reclamamos tributarios del proyecto democrático que encarnó la República Española tenemos el deber, en el ámbito de nuestra actividad, de recuperar la vigencia de aquel legado y la dignidad de sus protagonistas.Pero si esto nos concierne a todos, como sociedad civil, con más razón obliga a quienes ocupan cargos institucionales (estatales, regionales, municipales o sindicales) en virtud del voto popular y en nombre de las organizaciones obreras, democráticas y progresistas, que en mayor medida nutrieron las listas de la represión a manos de aquéllos que aún, desde placas, monolitos y pedestales, ofenden la memoria de las víctimas, la dignidad de los demócratas y la decencia de la que aspira a ser una sociedad avanzada del siglo XXI. En sus manos está que, por fin, las nuevas generaciones de españoles no tengan que redescubrir todo por sí mismos, ni seguir escarbando en las cunetas los restos de los suyos, como una evidencia arqueológica de la impunidad que reinó en la España, desde el 18 de julio de 1936.
Floren Dimas
Lorca, 27- 03 - 05