lunes, 27 de junio de 2016

CITANDO A MACHADO


En España, de cada diez cabezas, nueve embisten y una piensa.

No os hagáis más la pregunta. No hace falta explicación.

jueves, 23 de junio de 2016

ISIDRO, RELATO DEL CAMPO DE CONCENTRACIÓN DE ALBATERA


Recientemente tuve el honor de participar en la presentación en Cartagena de "ISIDRO", de Isabel Mª Abellán, presentación que tuvo lugar en el Centro Cultural Ramón Alonso Luzzy.


Cuando se me invitó  para representar en esa ocasión a la Asociación Memoria Histórica de Cartagena, indicándome que se trataba de un libro sobre el Campo de Concentración de Albatera, escrito por una cartagenera, acepté sin conocer aún el título del libro ni el nombre de su autora, acepté encantada, porque fuera una mujer quien escribía acerca de este tema,  ya que hay bastante escasez de mujeres en el ambiente memorialista. El género femenino se encuentra en minoría, tanto en el mundillo de la investigación como en el de la publicación o del asociacionismo de la Memoria Histórica.


Así, quienes siguen habitualmente las actividades organizadas por la AMHC, habrán podido observar que la mayoría de ponentes de nuestras conferencias son hombres.
Recuerdo, además,  cuando hace un tiempo acudí a un encuentro de ámbito regional de investigadores históricos… no puedo decir de investigadores e investigadoras, en todo caso diría de investigadores e investigadora, porque yo era la única mujer en esa ocasión. y muchas otras ocasiones en que he asistido a encuentros de la Memoria Histórica, he constatado, también, que en la mayoría de las ocasiones, la presidencia de las asociaciones era ostentada por hombres. 
Pues bien, cuando me dijeron que una cartagenera había escrito un libro sobre la vida en el Campo de Concentración de Albatera, recordé una novela histórica, también escrita por una cartagenera, y que trataba de rescatar del olvido ese trozo de memoria histórica correspondiente al periplo de un hombre que, partiendo de los días previos a la etapa republicana, hace un recorrido por nuestra historia hasta dar con sus huesos en un campo de concentración; esa obra se titulaba “La línea del Horizonte” y cuál no sería mi sorpresa, cuando me enviaron el libro, titulado “ISIDRO. Relato del campo de concentración de Albatera” y vi que estaba escrito por Isabel María Abellán, la autora de “La línea del horizonte”.

Hace unos ochos años, la Asociación de Mujeres Clara Campoamor de Orihuela, nos invitó a un encuentro a dos escritoras. Yo fui a presentar mi libro “Trasbordo al tren de la libertad” e Isabel Mª Abellán, lo hizo con “La línea del horizonte”. Fue allí donde vi por primera vez a la autora de esta magnífica obra, y tengo que decir que me impactó enormemente, tanto la experiencia que expuso en su intervención en la presentación, como "La línea del horizonte" en sí.


En aquel libro se parte de una experiencia personal, como es la conversación de la protagonista con su tío enfermo, en el hospital, que le conduce en un recorrido por el pasado, desde Asturias a Cartagena, el primer lugar donde decía el anciano haber probado por primera vez el pescado, al poco de terminar la guerra, para continuar, una vez fuera del hospital, cuando se entremezclan los cuidados al enfermo convaleciente con la narración de los dolorosos recuerdos de una época de privaciones y de tristezas, de posterior esperanza, que desembocó en una etapa de guerra, de temor y de represión, en un recorrido que nos lleva hasta el 29 de marzo del 39, en Alicante, fecha en que quedaron sepultadas las esperanzas de tantos republicanos y republicanas que no pudieron escapar de las venganzas del final de la contienda, para transmitirnos el horror de aquellos días para los desgraciados que sobrevivieron en el Campo de los Almendros en condiciones infrahumanas.



En Isidro también se parte de una experiencia personal.

Quienes nos hemos movido en este campo de la Memoria Histórica, llega un momento en nuestras vidas en que nos encontramos con una etapa de nuestra reciente historia que nos remueve la conciencia, que nos impacta de una manera especial, y que nos lleva a ahondar en el tema, llevadas por un incontrolable deseo de saber y saber, de saber cada vez más.
Y yo creo que el hecho de haber pasado una etapa de su vida profesional en Albatera, ese lugar en cuyo entorno se vertieron tantas lágrimas, se perdieron tantas esperanzas, tiene que haber impactado de una manera especial en el espíritu de Isabel Mª Abellán moviéndole a querer y querer saber cada vez más, como acabo de indicar.


El libro parte de la experiencia personal de una mujer que, anónimamente, se pone en contacto con ella, de un anciano que le dice que quiere que hablen y, poco antes de morir, le transmite sus recuerdos de lo vivido en el campo de concentración de Albatera, y de otras muchas personas, que después se le acercan para contarle sus experiencias.
Cuando en las jornadas sobre el Campo de Concentración de Albatera acude nuestra autora a hablar sobre su primera novela, un joven le presentó a su padre. Comienza así a gestarse “ISIDRO”, partiendo de los recuerdos del protagonista real de estos hechos.


Isabel Mª Abellán es una escritora, no un escritor. Y las mujeres nos acercamos a la historia con otra mirada, una mirada diferente a aquélla con la que se suelen acercar los hombres. Cuando una mujer escribe una novela histórica, una historia novelada, o un libro de Historia, está contemplando la Historia desde una perspectiva diferente, está bajando a los detalles pormenorizados y habituales con un sentimiento, con una actitud especial, con la necesidad de PONER ROSTRO a los protagonistas, a las protagonistas de la Historia.
Poner rostro, poner nombre… Eso lo hace Antonina Rodrigo en “MUJERES DE ESPAÑA. Las silenciadas”. En “LAS OLVIDADAS” lo hace Ángeles Caso, en “ASALTO A LOS CIELOS” lo hace Irene Falcón, María Antonia Iglesias en “MAESTROS DE LA REPÚBLICA” y Mª Victoria Fernández, en “EL EXILIO DE LOS MARINOS REPUBLICANOS”
Y cuando las mujeres investigadoras, cuando las mujeres escritoras, nos dirigimos así a la Historia, se proyecta en nosotras lo que nuestras abuelas y nuestras bisabuelas hacían cuando narraban sus historias, sus anécdotas vitales, y estamos, de esa manera, contribuyendo a que la historia sea más viva, más interiorizable, más nuestra…
¿Por qué las mujeres leemos más ficción y menos historia? Porque la Historia la escriben, habitualmente, los varones, y suelen escribir sobre ella desde otra perspectiva, con otros matices en la mirada, con una manera de entender la Historia que nos hace que no sea tan nuestra.

Y esa necesidad de hacer nuestra la historia, se hace más patente en el caso de la Memoria Histórica.
Hace un par de meses tuve una conversación con dos investigadores cartageneros: Antonio Martínez Ovejero y Pedro Mª Egea Bruno. Coincidíamos en la necesidad de poner nombre y poner rostro a las víctimas de la represión, a las víctimas del franquismo.
Pues para eso necesitamos que mujeres como Isabel Mª Abellán se dediquen a escribir.
Porque los detalles en los que ella llega en su ISIDRO, detalles como el trabajo del protagonista por disfrazar con el gorro y la peluca y forrarle la cazadora para que pareciese más gordo, a ese compañero, antiguo alcalde que quería evitar que lo reconocieran los falangistas de su pueblo cuando iban al campo en busca de antiguos enemigos, futuras víctimas… detalles como el del anarquista que llevaba el crucifijo al cuello, que se ofrecía para cuidar a un muchacho aislado por una fuerte infección, aquél que todo el mundo huía, porque se enrollaba más que las persianas, y al que le decían   sus paisanos: “Como me vuelvas a contar otra vez la historia del primer anarquista de la historia que murió para salvarme de mi puta vida, me largo de tu bar sin pagar y no vuelvo nunca más”… detalles como el de la historia de amor entre Isidro y Käte, la judía alemana que viene a Barcelona huyendo de los nazis y acaba como enfermera en el frente… detalles como el de Isidro temblando de fiebre, sin poderse mover para acercarse por la comida, y con un estreñimiento que arrastraba desde hacía 25 días, con unos dolores que no le dejaban respirar, con unas pesadillas terribles, y el compañero cuidándolo, con ese desenlace en que les mandaban de fuera un saco con naranjas y lechugas, y después de comérselas, pudo al día siguiente ir a las letrinas y pensar entonces que quizás el destino fuera a ser benévolo con él…detalles como el de la carta de su esposa que recibe, después de un recorrido de lo más accidentado, uno de los presos, que constata así que ella y sus hijos continúan con vida…
Estas experiencias vitales tienen que acompañar las cifras, los porcentajes, los nombres de las batallas… las experiencias de los hombres y mujeres de a pie tienen que completar los datos, los nombres de los dirigentes, las crónicas de las ciudades, los discursos del parlamento, las páginas y páginas de las causas judiciales…
La vida cotidiana, las esperanzas, las alegrías, la desesperación o la amargura de las gentes tienen que acompañar y completar los hechos históricos, porque la historia colectiva se estructura partiendo de las historias individuales.
Esto ha hecho Isabel Mª Abellán en el relato del campo de concentración de Albatera titulado con el nombre de uno de los protagonistas de nuestra historia: partir de las memorias individuales para trascender así a la gran memoria colectiva.
Así es como nos acercamos a lo que Javier Cercas denomina “la mal llamada Memoria Histórica” y yo prefiero llamar “la grandeza de nuestra Memoria Histórica”.

Gracias, Isabel, por habérnosla acercado con este libro.