Miedo, silencio, dolor, humillación...
Si hace unos días trataba de reconstruir las circunstancias en las que una viuda reclamaba las pertenencias que dejó su marido en el penal tras su ejecución, traigo hoy la carta que dirige a Franco una mujer desesperada, solicitando el indulto para su esposo que se encuentra condenado a cadena perpetua:
Excmo. Sr:
Una mujer se arroja a los pies de V. E., lleva lágrimas en los ojos y en el alma, y una súplica de perdón para su esposo en los labios. Pero esta mujer que pide libertad para tan querido ser, no levantaría la voz si no se creyera digna de acercarse al corazón ce V. E., por esto, antes de hablar de él, ha de presentarse ante su alta Autoridad, con el sólo título que poseo y que es el único que me honra y enaltece: el de madre cristiana.
En nuestro hogar se ha vivido bajo el temor de Dios. Su fe y su doctrina han regido los actos de nuestra vida, dado que nuestros padres nos educaron en el ambiente de las Leyes de Cristo, tales como la caridad, el amor al prójimo, la piedad, el orden, y todo lo eminentemente cristiano nos fue inculcado en sangre y espíritu y pensando como hijo sabemos que lo que las madres nos enseñan es inolvidable.
Circunstancias geográficas lograron la desgracia de que el Glorioso Alzamiento Nacional sorprendiera en zona dominada por los marxistas a mi esposo, J. C. R., ex-cabo de marinería de la Armada, el cual actualmente se encuentra en la cárcel de Córdoba extinguiendo la pena de RECLUSIÓN PERPETUA que le fue impuesta de resultas de la causa sumarísima número 227/1939, de la jurisdicción del Departamento Marítimo de Cartagena, que para depurar su conducta y actuación en zona roja se le instruyó. No intento, Excmo. Sr., censurar el fallo dictado por el tribunal, pero, a mi corto juicio, considero excesiva la pena impuesta ya que, sin duda por olvido, no se tuvo en cuenta, para dictar Sentencia, nada más que las declaraciones de los insuficientes testigos de cargo, dado que solamente dos de ellos lo acusaron de hechos dispares y no comprobados, y, sin embargo, nada se aludió en la misma a las declaraciones de los testigos de descargo, por las que quedó clara y patentemente demostrada su buena conducta, honradez, y extensa participación en el Socorro Blanco, ayudando con víveres y demás a infinidad de personas de derechas perseguidas, entre ellas a los Vicecónsules de Dinamarca y Noruega en Torrevieja (Alicante).
Cónstame que mi citado esposo oportunamente invocó la no certeza de los cargos que se le imputaban, pero de tales invocaciones no se hizo caso.
Creyendo la exponente que de haberse ahondado, en momento oportuno, la investigación sumarial con otras declaraciones de testigos, cargos e informes de los distintos organismos oficiales (F.E.T. y de las J.O.N.S., Alcaldía, Guardia Civil, etc) se hubiera puesto de manifiesto la veracidad de los hechos y, por tanto, aclarada, de manera terminante, la veracidad de los hechos como así mismo que, si bien es cierto que perteneció a la escolta del entonces Jefe de la Base Naval, fue con el solo objeto de salvar de la muerte a su hermano L. que, por su marcado matiz derechista y perteneciente a Acción Católica, se hallaba detenido en la prisión de Partido de esta Ciudad desde los primeros momentos.
Circunstancias especialísimas que V. E. podrá juzgar por los documentos que acompaño, toda vez que careciendo de datos que me ayuden a rebatir los cargos imputados, sólo me es posible demostrar la clase de persona, ideología, honradez y no peligrosidad que …….. (ilegible)……… que me conste, de manera cierta, que el mismo no ha podido ser acusado de hecho alguno que me haga agachar la cabeza y sí, únicamente, de haber sabido ocultar su personalidad ante la horda roja y salvar su vida y la de su hermano, para ofrecerla a su patria cuando la necesitare, y no, sin provecho de ninguna clase, morir ambos a manos de cualquier miliciano en una carretera.
Sólo una fe ciega y la confianza inquebrantable en la inteligencia y bondadoso corazón de V. E. me mueven a dar este paso y por ello
Excmo. Sr. Caudillo de la más noble causa que vieron los siglos junto a los laureles inmortales que coronan sus triunfos hoy inmarchitables de perdón. Por los grandes destinos que Dios os tiene señalados. Por nuestra Religión Católica y amor a ESPAÑA. Por todos los sufrimientos pasados, conceda Vuestra Excelencia el indulto a mi expresado esposo.
Es gracia, Excmo. Sr., que servirá para llenar vuestro camino de sonrisa de agradecimiento, de lágrimas de dicha y de bendiciones eternas.
Cartagena (Murcia) a los quince días del mes de noviembre de 1943.
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