ITINERARIO MEMORIALISTA POR CARTAGENA
2ª
etapa: El Parque de Artillería:
El
edificio del actual Parque de Artillería no es el original, construido durante
el reinado de Carlos III en el solar del antiguo Huerto de los Carmelitas. El
primer parque, proyectado por el ingeniero militar Mateo Vodopich, se concluyó
en 1786, nueve años después del inicio de las obras. El edificio primitivo
recibió el impacto de un proyectil el 6 de enero de 1874, durante el asedio de
Cartagena por las tropas centralistas durante la Revolución Cantonal, proyectil
que impactó en el polvorín. Cuatrocientas personas, la mayoría miembros del
importante núcleo de población civil que se había refugiado tras sus muros, murieron
y quedaron sepultadas bajo sus escombros.
No
se destruyó la totalidad del edificio, aunque le afectó enormemente, sino que
quedaron en pie las fachadas laterales, que se mantuvieron en la reconstrucción
del siglo XX, rica e intensiva etapa de nuestra historia, de la que fue testigo,
y de la cual muchos acontecimientos transcurrieron en su interior.
Muestra
de ello, algunos de los hechos acaecidos el 5 de marzo de 1939, cuando se
convirtió en uno de los focos de la sublevación.
El Parque de Artillería cuando todavía se dedicaba a usos militares |
A
partir de las once de la noche del 4 de marzo, tanto artilleros como militares
de otras armas, así como policías, paisanos armados, guardias, marineros y
carabineros se concentraron en el interior del parque, al que condujeron grupos
de detenidos, que amontonaron en distintas dependencias; detenidos de los que
algunos lo habían sido bajo la consigna de “Por España y por la paz” que
gritaban los sublevados de ideología republicana, mientras que otros lo fueron
por los franquistas que gritaban “Arriba España, viva Franco”.
En
medio de esa confusión de intencionalidades, se había puesto en libertad a más
de 2.000 presos políticos, de los que algunos corrieron a ocultarse en sus
casas o a intentar huir de Cartagena, mientras que los demás comenzaron el
asalto de los puntos estratégicos, haciendo correr la sangre y ayudando en la
detención de varios cientos de republicanos.
Como
en el caso del coronel Armentia, republicano convencido, creían algunos
sublevados estar dirigiendo un movimiento encaminado a firmar la paz con los
fascistas, mientras que otros, como en
el caso del teniente coronel Espá, eran pro-nacionales, sin reservas, y
dirigían un golpe destinado a entregar la ciudad al general Franco.
Era
el Parque de Artillería el lugar de Cartagena en que era mayor la confusión, un
recinto en que no se habían establecido siquiera las jerarquías, hasta que Barrionuevo,
el general de Infantería de Marina retirado hizo patente su presencia en el
parque por la mañana, asumiendo el mando, ordenando arriar la bandera
republicana y alzar la bicolor, deteniendo a Armentia y nombrando a Lombardero como jefe de su
Estado Mayor y nombrando jefe del Arsenal al teniente coronel de la Armada
Lorenzo Pallarés. Se concentró en conseguir la salida de la flota del puerto,
lo que consiguió bajo la amenaza de su bombardeo por las baterías de costa,
logrando que la escuadra abandonara Cartagena.
Despacho de Arturo Espá Ruiz |
Durante
un breve período de tiempo pareció que Cartagena fuera a caer en manos de las
tropas franquistas, pero en la medida en que los puntos clave de la plaza
fueron volviendo a las manos republicanas y la brigada 206 presionara con su
avance sobre la ciudad, la desesperanza se apoderó de las fuerzas ocupantes del
parque, desde el cual los falangistas se entregaron con ardor a su defensa, en
contraste con los oficiales de Infantería de Marina y del Ejército, que no
demostraban apenas entusiasmo.
Se
liberó a algunos de los oficiales republicanos detenidos por Barrionuevo, entre
los que se encontraba Armentia, para que colaboraran en la defensa del sitio,
que poco a poco fue debilitando su resistencia.
Ya
ante la entrada de los soldados de la brigada 206, el coronel Armentia,
defensor de la República, que había participado del golpe en el firme
convencimiento de estar contribuyendo con él a la consecución de la negociación
de una rendición honrosa y se había visto envuelto, dentro de la vorágine de la
confusa sublevación, en el seno de un alzamiento franquista, no vio ninguna alternativa
honrosa a la situación en que se encontraba, que el suicidio, lo que acometió
haciendo estallar junto a su cuerpo una granada.
No
fue ésta la versión que posteriormente los vencedores dieran de su muerte, sino
que corrieron la especie de que había muerto en el tiroteo entre los miembros
de la 206 y los defensores del parque. Así lo han hecho constar ciertos
historiadores franquistas, y así se ha plasmado en el texto de la placa que
colocada en el descansillo de la escalera que conduce hoy al Museo Militar,
museo en que se ha convertido parte del recinto del antiguo parque.
Los muros del Parque de Artillería en los años setenta, cuando la de Juan XXIII era una plaza de pequeñas dimensiones |
El
Parque de Artillería primitivo, que tan gran extensión de terreno ocupó, se ha
visto considerablemente mermado, creciendo a su costa el espacio de la Plaza de
Juan XXIII, contigua a los muros del edificio, parte de los cuales han pasado a
constituir los soportales que hoy rodean la plaza citada, mientras que el resto
del edificio se ha dividido en dos espacios, uno correspondiente a Archivo Municipal
y otro a Museo Militar, un museo que conserva cierto tufillo franquista por
mucho que, teóricamente, se haya tratado de disimular, y en cuya escalera de
acceso a la planta principal, junto a la placa que conmemora la muerte de
Armentia podemos encontrar la inevitable lápida conmemorativa en honor a los “muertos por Dios y por la patria”.
No encontramos, sin embargo, ninguna lápida, ninguna
placa, ninguna referencia al importante papel que para el ejército represor
constituyó este lugar, en cuya biblioteca
constituyeron los conquistadores la sala de celebración de los consejos de
guerra a que se sometió a los republicanos vencidos. Se trataba de tribunales
en los que sólo se juzgaba a los pertenecientes al Ejército de Tierra.
Si
con gran energía pedimos la supresión de los símbolos y nombres fascistas de
nuestras calles, con no menos fuerza pedimos que en los lugares de la memoria figure
una mención al papel que jugaron en nuestra historia, un texto en cada uno de
los edificios donde fueron sojuzgados, humillados, procesados, encarcelados o
ejecutados los fieles defensores de la República, para que estos hechos de la
historia de nuestra ciudad sean conocidos por las actuales y las futuras
generaciones.
Que
sus nombres no se borren de la historia.
La plaza de Juan XXIII antes de ser ampliada a expensas del espacio ocupado del Parque de Artillería |
Salón de actos del Museo Militar |
Patio entre el edificio destinado a Museo Militar y el ocupado por el Archivo Municipal |
Retrato y busto del general golpista Francisco Franco, expuestos en el museo |