A las doce de la noche del catorce de abril se había llevado a cabo la transmisión de poderes, haciéndose cargo el Comité Revolucionario del Ayuntamiento, en nombre del Gobierno Provisional de la República Española.
Se había corrido la voz de que el Rey venía al Arsenal. La noche del catorce al quince, junto a los periodistas, deambulaban junto a las tapias muchos grupos de curiosos, esperando su llegada. Oficiales, jefes y generales fueron entrando al recinto. Los marineros, vestidos con el uniforme de faena, salieron para hacer que el público se alineara dejando libre una calle de entrada para los coches de la caravana que acompañaba al monarca destronado.
Una vez en el Arsenal, antes de subir al barco, el ex-soberano permaneció un rato despidiéndose de las autoridades y preguntó si se había decretado el estado de guerra, a lo que se le respondió negativamente. En medio de la serenidad de la despedida, en que todos estrecharon su mano en silencio, un sargento de
No hay comentarios:
Publicar un comentario