La acusación a la que se enfrentaron Pedro Cerezuela, Camilo Campillo y Enrique Martínez fue "Haber presenciado los fusilamientos de los oficiales del Lepanto". Pedro Cerezuela, cuando fue visitado en prisión por su esposa, le contó que ese día había bajado a tierra, junto con Enrique Martínez y Manuel Hernández, con la pretensión de comprar unos juguetes para llevar cada uno a sus respectivos hijos. Según su narración, se encontraron con varios vehículos, uno de los cuales transportaba varios prisioneros; los que conducían les invitaron a acompañarlos, pero ellos, imaginándose que el destino de los presos era la ejecución, se negaron a subir.
En la ficha del S.I.P. de Camilo Campillo podemos encontrar, de su puño y letra, varios folios en los que narra los sucesos ocurridos a bordo del "Lepanto" durante los primeros días de la guerra. A continuación transcribo aquella parte de su declaración en que hace referencia al episodio de los fusilamientos:
Foto de Camilo Campillo
Unos días después de empezar el Movimiento (cuya fecha no recuerdo) al dirigirme a tierra en el bote de los francos e inmediatamente después de desembarcar en el muelle, me llegó un individuo con correaje y pistola, preguntándome si había salido un tal Eleuterio Martínez. Al contestarle afirmativamente haciéndole ve que venía en el mismo bote que yo, díjome le esperase un momento,, después del cual, se me dio a conocer, diciéndome: Somos de la Casa del Pueblo y queremos que vengan algunos de Vds. Pues se trata de una invitación, para cuyo efecto, traemos dos coches. Al hacerle presente mi agradecimiento, no obstante no aceptar, me llamó la atención ver como bastante del personal que conmigo habían salido, subían a los citados coches. Cuando después de esto me marchaba me llamaron varios de mis compañeros, los que me dijeron fuera con ellos, ya que sólo se trataba de tomar unas copas. Al hacerles observar mi contrariedad, dijéronme tardaban poco tiempo, terminando por aceptar e irme con ellos.
Cuando llegamos a la Casa del Pueblo, hicieron la presentación de su Presidente, quien después de hablar con algunos de los invitados, ordenó sacasen cierta cantidad de jamón y botellas de manzanilla, durante el convite, unas dos horas y media aproximadamente, resultando del mismo algunos semiembriagados. Terminado todo lo expuesto dijeron de trasladarnos a un cuartel (cuya situación no puedo precisar, pues no lo recuerdo) al objeto de visitar a no sé quién para que nos invitasen. Después de cierta permanencia en este lugar, empecé a observar ciertas maniobras secretas, cuyos personajes eran: Cabo de fogoneros Ginés Vera, preferente Eleuterio Martínez, e id Vicente Aragó, juntos con algunos de la Casa del Pueblo. Al enterarme de que el día anterior los individuos citados habían estado en contacto con los también citados de la Casa del Pueblo y aquella noche no se separaban yendo juntos de un sitio a otro mientras el resto permanecíamos juntos, esto me dio que pensar y observar hasta en los menores detalles, convenciéndome más tarde de que los propósitos que tenían eran los de matar.
De donde estábamos reunidos salieron por último, regresando al poco con algunos fusiles y pistolas. Como en estos momentos hablaron más clara y abiertamente, para nadie era ya secreto que las pretensiones que llevaban eran las de matar a los oficiales del Lepanto. A continuación y fuera de donde estábamos nosotros, aprecié como disputaban por querer esperar unos, la orden de Balboa, y otros, salir en busca de los detenidos sin dicha orden.
Cuando al momento de esto trataba evadirme sin ser visto, al llegar a la puerta me encontré con un sargento, quien al verme y preguntarme hacia donde me dirigía, le contesté que estaba dando un “paseo”. Entonces, blasfemando y empleando unos modelos bastante bruscos, (se encontraba completamente embriagado) me dijo subiese a un coche que cerca de allí había, encontrándome dentro del mismo, tres individuos; dos de ellos del Lepanto y el otro de los de la Casa del Pueblo.
Cuando los coches se pusieron en marcha, pensé en no perderme ningún detalle sobre quienes eran los que actuaban y cómo.
De aquí nos llevaron al muelle donde estaba el barco con los presos. Como al parecer no estaba atracado al muelle se destacó un bote de remos con el fogonero Vicente Aragó (no recuerdo quién le acompañaba) y al regresar traían un total de 13 ó 14 amarrados por las manos y de dos en dos. Inmediatamente reconocí a todos los del Lepanto que eran: Don José Mª Barón, Don Sebastián Noval, Don Antonio Corpas y el Jefe de Máquinas de cuyo nombre no recuerdo. También reconocí a un teniente de navío ajeno a dicho destructor, y que era Don Fabio Bueno. Acto seguido los metieron en distintos coches diciéndoles que los llevaban a la cárcel por creer que allí estarían mejor. En cuanto a algunos de nosotros, nos hicieron subir al último.
Al salir de la capital y después de varios minutos de marcha empezamos a ver en la carretera objetos que al parecer eran cadáveres. Al preguntar y tener contestación positiva, me dijeron además que eran de los cincuenta y tantos que para aquella noche tenían preparados. Momentos más tarde, cuando los coches paraban, después de hacerlo el que yo ocupaba, escapé en dirección contraria a la que habíamos traído, encontrándome más tarde con el auxiliar de Sanidad Don Enrique Martínez, el de S. T. Don Pedro Cerezuela y el de máquinas Don Manuel Hernández, los que habían hecho sin duda lo mismo que yo, a juzgar por lo que hablaban.
Más tarde he sabido que los que se encargaron de la ejecución fueron los siguientes: Cabo apuntador José Rubio, Cabo de Fogoneros Ginés Vera, preferentes Vicente Aragó y Eleuterio Martínez. Quien mandaba el pelotón (según referencias posteriores) fue el Cabo de 1ª Radio José Fernández Dopico.
Todo lo relatado lo he vivido.
Camilo Campillo y Pedro Cerezuela fueron condenados a muerte por haber sido declarados culpables de haber presenciado los fusilamientos.
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