En una escena de la película Odessa el periodista que trata
de infiltrarse en la organización nazi pregunta al dueño de una tienda de antigüedades si tiene una cruz de hierro de segunda clase. Cuando el anticuario
se la ofrece, le hace la observación de que no lleva la cruz gamada en el centro
– Son las únicas que nos permiten vender – le responde.
No ocurriría esto en España; por el contrario, la
iconografía fascista goza de libertad de venta, aunque nos cueste creerlo. Los
grupos ultras exhiben sin recato banderas con la cruz gamada o con el águila
franquista, se permiten saludar con el brazo en alto y hacen gala de actitudes
fascistas sin que las autoridades se opongan a ello.
No es extraño encontrar establecimientos donde se venden
figuras representando a personajes del fascismo español, italiano o alemán con
total impunidad, como sucede en tiendas donde se venden
A través de Internet se venden botellas de vino con la foto
de Franco en la etiqueta, o bustos con su efigie, llaveros y tazas con el
escudo del aguilucho o la garra hispánica, metopas con el yugo y las flechas o
camisetas con el rostro de José Antonio… y nadie parece escandalizarse de ello.
Ante todo, unas aclaraciones:
Según establece la Constitución Española en su art. 4.1, la
bandera oficial de España es la bandera bicolor roja y amarilla mientras que la tricolor fue
bandera oficial también del Estado español durante la II República (art. 1 de
la Constitución Española de 1931).
La bandera con el águila es ilegal, como
también lo es la esvástica y demás signos fascistas.
La Constitución de 1978,
además de instituir una monarquía parlamentaria (art. 1.3 CE) también garantiza
la libertad ideológica (art. 16.1 CE) y la de los partidos (art. 6 CE), y por
tanto garantiza el derecho a ser republicano/a, a expresarlo (art. 20.1.a) y a
militar en partidos republicanos.
La bandera republicana, aunque legal, no
es actualmente la bandera oficial del estado, por lo que puede utilizarse, pero
no en actos oficiales; sin embargo, la simbología fascista tanto banderas como
cualquier otra de sus formas es totalmente ilegal porque los fines y medios
fascistas se oponen a la democracia, la libertad y la paz consagradas en
nuestra Constitución, ya que el fascismo es la negación absoluta de estos
conceptos pues significa anulación del pluralismo político y la democracia,
represión política de los demás partidos e ideologías, uso sistemático de la
violencia, exclusión sociopolítica (y eliminación física incluso) por motivos
de raza, etnia, ideológicos o de capacidad física o psíquica, y uso de la
guerra como instrumento de política exterior.
Y ¿Qué dice la legislación al respecto?
La
legislación española, aunque cueste trabajo creerlo, no castiga la exhibición de simbología nazi, a menos que
vaya acompañada de una conducta activa "propia de un crimen de odio".
La mera exposición de estos símbolos, por sí sola, no es perseguible
penalmente.
En
nuestro país los símbolos que incitan al racismo no están castigados por el
código penal. Da igual que formen parte de
una bandera, un cartel, una camiseta, una pegatina o un tatuaje. España castiga la acción y el mensaje
criminales, pero no la utilización de distintivos.
Así, no es de extrañar ver cómo se hace alarde de llevar un llavero con el águila fascista o colocar ésta como fondo de pantalla del teléfono móvil. También hay quien elige como melodía para éste el "Cara al Sol", himno del partido falangista.
En Europa sí que existe, no obstante legislación al respecto que nos obliga, también en España, en el ámbito de los deportes, aunque np vemos que, tampoco en este ámbito, se cumpla la normativa.
Se decretó que los árbitros, si ven alguno de esos
símbolos durante los partidos, pueden detener el encuentro hasta que eliminen la
pancarta o el símbolo expuesto.
La
Ley contra la violencia, el racismo, la xenofobia y la intolerancia en el deporte
los prohíbe y sanciona específicamente, aunque el castigo se traduce solo en
una sanción económica.
Incomparable
la situación española con la alemana, que prohíbe explícitamente la utilización
y exhibición de cualquier símbolo nazi o la expresión de sus principios.
La
“democrática España”, el país que tanto nos repiten “tuvo una transición
modélica” sigue alardeando de fidelidad a su pasado franquista con la
exhibición de la iconografía antidemócrata y con el mantenimiento de los
monumentos a los golpistas y los nombres de simbología fascista en nuestras
calles y plazas, mientras continúa negándose a rendir el homenaje debido a
cuantas españolas y españoles de ideal democrático dieron su vida por la
defensa de aquellos valores que, sobre el papel, declara nuestra Constitución,
pero que no tienen, hoy por hoy, traducción práctica en la actitud del día a
día por parte de nuestras instituciones.
Triste historia la nuestra, e inmensamente más triste es que no hayamos sido capaces de aprender de ella.
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