Recientemente tuve el honor de participar en la presentación en Cartagena de "ISIDRO", de Isabel Mª Abellán, presentación que tuvo lugar en el Centro Cultural Ramón Alonso Luzzy.
Cuando se me invitó para representar en esa ocasión a la Asociación Memoria Histórica de Cartagena, indicándome que se trataba de un libro sobre el Campo de Concentración
de Albatera, escrito por una cartagenera, acepté sin conocer aún el título del
libro ni el nombre de su autora, acepté encantada, porque fuera una mujer quien
escribía acerca de este tema, ya que hay bastante escasez de mujeres en el
ambiente memorialista. El género femenino se encuentra en minoría, tanto en el
mundillo de la investigación como en el de la publicación o del asociacionismo de la Memoria Histórica.
Así, quienes siguen
habitualmente las actividades organizadas por la AMHC, habrán podido observar
que la mayoría de ponentes de nuestras conferencias son hombres.
Recuerdo, además, cuando hace un tiempo acudí a un encuentro de
ámbito regional de investigadores históricos… no puedo decir de investigadores
e investigadoras, en todo caso diría de investigadores e investigadora, porque
yo era la única mujer en esa ocasión. y muchas otras ocasiones en que he asistido a encuentros de la Memoria Histórica, he constatado, también, que en la mayoría de las ocasiones, la presidencia de las asociaciones era ostentada por hombres.
Pues bien, cuando me dijeron
que una cartagenera había escrito un libro sobre la vida en el Campo de
Concentración de Albatera, recordé una novela histórica, también escrita por
una cartagenera, y que trataba de rescatar del olvido ese trozo de
memoria histórica correspondiente al periplo de un hombre que, partiendo de los
días previos a la etapa republicana, hace un recorrido por nuestra historia
hasta dar con sus huesos en un campo de concentración; esa obra se titulaba “La
línea del Horizonte” y cuál no sería mi sorpresa, cuando me enviaron el libro,
titulado “ISIDRO. Relato del campo de concentración de Albatera” y vi que
estaba escrito por Isabel María Abellán, la autora de “La línea del horizonte”.
Hace unos ochos años, la Asociación de Mujeres Clara Campoamor de Orihuela, nos
invitó a un encuentro a dos escritoras. Yo fui a presentar mi libro “Trasbordo
al tren de la libertad” e Isabel Mª Abellán, lo hizo con “La línea del
horizonte”. Fue allí donde vi por primera vez a la autora de esta magnífica obra, y tengo que decir que me impactó enormemente, tanto la experiencia que expuso en su intervención en la presentación, como "La línea del horizonte" en sí.
En aquel libro se parte de
una experiencia personal, como es la conversación de la protagonista con su tío
enfermo, en el hospital, que le conduce en un recorrido por el pasado, desde
Asturias a Cartagena, el primer lugar donde decía el anciano haber probado por
primera vez el pescado, al poco de terminar la guerra, para continuar, una vez
fuera del hospital, cuando se entremezclan los cuidados al enfermo
convaleciente con la narración de los dolorosos recuerdos de una época de
privaciones y de tristezas, de posterior esperanza, que desembocó en una etapa
de guerra, de temor y de represión, en un recorrido que nos lleva hasta el 29
de marzo del 39, en Alicante, fecha en que quedaron sepultadas las esperanzas de
tantos republicanos y republicanas que no pudieron escapar de las venganzas del
final de la contienda, para transmitirnos el horror de aquellos días para los
desgraciados que sobrevivieron en el Campo de los Almendros en condiciones
infrahumanas.
En Isidro también se parte de
una experiencia personal.
Quienes nos hemos movido en
este campo de la Memoria Histórica, llega un momento en nuestras vidas en que
nos encontramos con una etapa de nuestra reciente historia que nos remueve la
conciencia, que nos impacta de una manera especial, y que nos lleva a ahondar
en el tema, llevadas por un incontrolable deseo de saber y saber, de saber cada
vez más.
Y yo creo que el hecho de
haber pasado una etapa de su vida profesional en Albatera, ese lugar en cuyo
entorno se vertieron tantas lágrimas, se perdieron tantas esperanzas, tiene que
haber impactado de una manera especial en el espíritu de Isabel Mª Abellán
moviéndole a querer y querer saber cada vez más, como acabo de indicar.
El libro parte de la
experiencia personal de una mujer que, anónimamente, se pone en contacto con
ella, de un anciano que le dice que quiere que hablen y, poco antes de
morir, le transmite sus recuerdos de lo vivido en el campo de concentración de
Albatera, y de otras muchas personas, que después se le acercan para
contarle sus experiencias.
Cuando en las jornadas sobre
el Campo de Concentración de Albatera acude nuestra autora a hablar sobre su
primera novela, un joven le presentó a su padre. Comienza así a gestarse
“ISIDRO”, partiendo de los recuerdos del protagonista real de estos hechos.
Isabel Mª Abellán es una
escritora, no un escritor. Y las mujeres nos acercamos a la historia con otra
mirada, una mirada diferente a aquélla con la que se suelen acercar los
hombres. Cuando una mujer escribe una novela histórica, una historia novelada,
o un libro de Historia, está contemplando la Historia desde una perspectiva
diferente, está bajando a los detalles pormenorizados y habituales con un
sentimiento, con una actitud especial, con la necesidad de PONER ROSTRO a los
protagonistas, a las protagonistas de la Historia.
Poner rostro, poner nombre… Eso
lo hace Antonina Rodrigo en “MUJERES DE ESPAÑA. Las silenciadas”. En “LAS
OLVIDADAS” lo hace Ángeles Caso, en “ASALTO A LOS CIELOS” lo hace Irene Falcón, María Antonia Iglesias en “MAESTROS DE LA REPÚBLICA” y Mª Victoria Fernández,
en “EL EXILIO DE LOS MARINOS REPUBLICANOS”
Y cuando las mujeres
investigadoras, cuando las mujeres escritoras, nos dirigimos así a la Historia,
se proyecta en nosotras lo que nuestras abuelas y nuestras bisabuelas hacían
cuando narraban sus historias, sus anécdotas vitales, y estamos, de esa manera,
contribuyendo a que la historia sea más viva, más interiorizable, más nuestra…
¿Por qué las mujeres leemos
más ficción y menos historia? Porque la Historia la escriben, habitualmente,
los varones, y suelen escribir sobre ella desde otra perspectiva, con otros
matices en la mirada, con una manera de entender la Historia que nos hace que
no sea tan nuestra.
Y esa necesidad de hacer
nuestra la historia, se hace más patente en el caso de la Memoria Histórica.
Hace un par de meses tuve una
conversación con dos investigadores cartageneros: Antonio Martínez Ovejero y
Pedro Mª Egea Bruno. Coincidíamos en la necesidad de poner nombre y poner
rostro a las víctimas de la represión, a las víctimas del franquismo.
Pues para eso necesitamos que
mujeres como Isabel Mª Abellán se dediquen a escribir.
Porque los detalles en los
que ella llega en su ISIDRO, detalles como el trabajo del protagonista por
disfrazar con el gorro y la peluca y forrarle la cazadora para que pareciese
más gordo, a ese compañero, antiguo alcalde que quería evitar que lo
reconocieran los falangistas de su pueblo cuando iban al campo en busca de
antiguos enemigos, futuras víctimas… detalles como el del anarquista que
llevaba el crucifijo al cuello, que se ofrecía para cuidar a un muchacho
aislado por una fuerte infección, aquél que todo el mundo huía, porque se
enrollaba más que las persianas, y al que le decían sus
paisanos: “Como me vuelvas a contar otra vez la historia del primer anarquista
de la historia que murió para salvarme de mi puta vida, me largo de tu bar sin
pagar y no vuelvo nunca más”… detalles como el de la historia de amor entre
Isidro y Käte, la judía alemana que viene a Barcelona huyendo de los nazis y
acaba como enfermera en el frente… detalles como el de Isidro temblando de
fiebre, sin poderse mover para acercarse por la comida, y con un estreñimiento
que arrastraba desde hacía 25 días, con unos dolores que no le dejaban
respirar, con unas pesadillas terribles, y el compañero cuidándolo, con ese
desenlace en que les mandaban de fuera un saco con naranjas y lechugas, y
después de comérselas, pudo al día siguiente ir a las letrinas y pensar
entonces que quizás el destino fuera a ser benévolo con él…detalles como el de
la carta de su esposa que recibe, después de un recorrido de lo más
accidentado, uno de los presos, que constata así que ella y sus hijos continúan
con vida…
Estas experiencias vitales
tienen que acompañar las cifras, los porcentajes, los nombres de las batallas…
las experiencias de los hombres y mujeres de a pie tienen que completar los
datos, los nombres de los dirigentes, las crónicas de las ciudades, los
discursos del parlamento, las páginas y páginas de las causas judiciales…
La vida cotidiana, las
esperanzas, las alegrías, la desesperación o la amargura de las gentes tienen
que acompañar y completar los hechos históricos, porque la historia colectiva
se estructura partiendo de las historias individuales.
Esto ha hecho Isabel Mª
Abellán en el relato del campo de concentración de Albatera titulado con el
nombre de uno de los protagonistas de nuestra historia: partir de las memorias
individuales para trascender así a la gran memoria colectiva.
Así es como nos acercamos a
lo que Javier Cercas denomina “la mal llamada Memoria Histórica” y yo prefiero
llamar “la grandeza de nuestra Memoria Histórica”.
Gracias, Isabel, por
habérnosla acercado con este libro.
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