ITINERARIO MEMORIALISTA POR CARTAGENA
5ª etapa: De la Calle de la Caridad a la Calle Gisbert
Siguiendo la ruta por la calle de La Caridad, en dirección al puerto, se prolonga la vía en la conocida calle Gisbert, que durante siglos formó parte del Monte de la Concepción.
A finales del siglo XVIII, entre las Puertas de San José y las
del Muelle, no se encontraba ninguna entrada a la ciudad, por lo que la
población, aparte de las dos citadas, las Puertas de Madrid, de Felipe II y el
portalón de La Serreta, no disponía de
ninguna otra comunicación al exterior, por lo que se pensó en la
posibilidad de que la calle de La
Caridad se prolongase para tener salida al puerto, atravesando la Muralla de
Carlos III.
En la falda norte de la colina de La Concepción existía un suburbio que, al decidir comenzar el desmonte, derrumbaron, para abrir una plazuela en la cual, formando esquina con la calle de San Francisco, se levantó el Cuartel de Brigadas, por lo que se llamó a la plazuela Plaza del cuartelillo, hasta que el Ayuntamiento le cambió la denominación por la de Plaza de San Leandro.
En la falda norte de la colina de La Concepción existía un suburbio que, al decidir comenzar el desmonte, derrumbaron, para abrir una plazuela en la cual, formando esquina con la calle de San Francisco, se levantó el Cuartel de Brigadas, por lo que se llamó a la plazuela Plaza del cuartelillo, hasta que el Ayuntamiento le cambió la denominación por la de Plaza de San Leandro.
Quedó interrumpido el proyecto de abrir la nueva vía hasta el
año 1877, en que, como ha sido habitual en nuestra ciudad, sólo por intereses
militares se retoman los proyectos abandonados. Y así, para facilitar la
descarga y el embarque de materiales bélicos, se vio la necesidad de comunicar
en línea recta el puerto con el Parque de Artillería, y por acuerdo entre el
Ayuntamiento y la Junta de Obras del Puerto, con el apoyo del Ministerio de
Gobernación, al año siguiente se gestionó y aprobó el proyecto, según los
planos del arquitecto municipal, don Carlos Mancha, siendo subsecretario de
Gobernación don Lope de Gisbert, en cuyo honor se denominó con su apellido a la
nueva calle.
Aunque en 1888 se estableció la unión entre el muelle y la plaza
de San Leandro, fue con carácter provisional, hasta 1893 en que se culminó el
desmonte y la unión se hizo real.
Poco a poco se llevó a cabo la urbanización de la nueva calle, que
tenía a un lado el Monte de la Concepción, y al otro, varios cuarteles, el
Hospital Militar, la plaza de toros y el Pabellón de Autopsias.
Fue en esta calle en la que
en el año 1900 se establecieron las primeras Escuelas Graduadas de España, lo
que se llamó “Covadonga de la Educación”.
Plaza de toros. Detrás, antiguo cuartel de Antigones, hoy forma parte del Campus de la Muralla de la UPCT |
Cuartel de Antigones |
Pabellón de Autopsias |
Delante, Hospital Militar de Marina. Detrás, a la izquierda, plaza de toros |
Tomás Rico Valarino |
En estas escuelas, cuya construcción
dirigió el arquitecto municipal Rico Valarino, comenzó de manera experimental el nuevo tipo de
organización escolar: por primera vez las clases se impartirían clasificando al
alumnado por edad y nivel, al contrario que en la tradicional Escuela Unitaria.
La experiencia pionera de nuestro Ayuntamiento no acabó con la
construcción del nuevo edificio, sino que desplazó a dos maestros, don Enrique
Martínez Muñoz y don Félix Martí Alpera, en una ruta por las escuelas de Europa
para importar las más novedosas experiencias educativas de Alemania,
Francia, Bélgica, Suiza e Italia.
Enrique Martínez Muñoz |
Félix Martí Alpera |
Expediente de depuración de Félix Martí Alpera |
Respuesta de Félix Martí Alpera al pliego de cargos |
Si continuamos nuestra andadura en dirección al “agujero”, como
se llama al túnel que perfora las murallas para dar acceso al muelle, a pocos
metros de la ubicación de las antiguas escuelas nos encontraremos un nuevo
testimonio de los años de la cruenta guerra civil: se trata de las puertas que
daban acceso al entramado de galerías que conformaron la red de refugios
antiaéreos situados en la falda del monte de la Concepción. Fueron construidos
bajo la supervisión de la Junta Local de Defensa Pasiva con el fin de proteger a
la población civil del ataque de los aviones de los rebeldes.
El papel de la plaza de Cartagena fue crucial para el desarrollo
de la guerra. Si la ciudad se hubiera unido a los golpistas, la España
Republicana habría sucumbido en los primeros meses del conflicto, pero el que
estuviera en manos de los gubernamentales ayudó a la República a oponerse a los
golpistas durante tres años, pues Cartagena se convirtió en la base operativa
de la flota republicana y el principal punto de entrada de víveres, avituallamiento
y armamento para la defensa de la zona republicana.
De ahí la importancia de la construcción de estos refugios, pues
nuestra ciudad se convirtió en el principal objetivo de la aviación alemana e
italiana que apoyaba a la franquista en sus bombardeos incesantes a lo largo de
los tres años del enfrentamiento, convirtiéndonos en la población más
bombardeada después de Madrid.
Una pequeña parte de estos refugios se ha rescatado del olvido
para convertirse en Museo de la Guerra Civil, un espacio horadado en el monte, centro
de Interpretación Histórica, en que los y las visitantes pueden acceder a la
exposición temática acerca de las características de los refugios antiaéreos en
sí y a los efectos de la guerra sobre la población civil, a la influencia de
ella sobre los diversos aspectos del devenir cotidiano de la vida en la ciudad.
Podemos asistir a la proyección de imágenes originales de la guerra, exposición
de fotografías sobre los efectos devastadores de los bombardeos, con incidencia
destacada del que se sufrió el 25 de noviembre de 1936 y paneles informativos con testimonios de
la época, como la organización de la defensa pasiva, la propaganda y
enaltecimiento de los valores republicanos que había que defender de los
ataques fascistas, los problemas del desabastecimiento, los objetos de la vida
cotidiana, la organización de la educación en tiempos de guerra o la manera en
que discurrían los escasos momentos de ocio.
Se termina el recorrido con una muestra de pintura infantil, en que
los niños y niñas nos muestran su visión de la guerra y un enaltecimiento de
los valores de la paz.
Muchos cartageneros y cartageneras permanecieron horas y horas, casi a diario, en el interior de los refugios, mientras que las bombas alemanas o italianas llevaban a cabo su tarea destructora. Con gran impaciencia aguardaban la salida para saber qué había sido de aquellos familiares de los que ignoraban si se habían podido o no poner a salvo a tiempo, pues muchas veces las sirenas no sonaban con la antelación suficiente para poder acudir a tiempo a cobijarse; esperando con ansiedad para ver si la vivienda que precipitadamente habían abandonado todavía quedaba en pie.
Horas y horas en que la población civil, con independencia de que sus ideas fuesen anarquistas, republicanas, monárquicas o fascistas, al margen de que su papel durante esos tres años hubiera sido de colaborar con el Gobierno o participar de las actividades del Socorro Blanco, con indiferencia de que su actitud fuese más o menos pasiva, o incluso de que, por aquello de que a río revuelto ganancia de pescadores, se estuviesen aprovechando de la situación para enriquecerse sin escrúpulos ante la situación de miseria de tantos paisanos y paisanas... esa `población civil sufría, temía, lloraba, experimentaba momentos de pánico y desesperación, ante los continuos bombardeos, ensayo calculado fríamente de lo que la aviación nazi llevó a cabo posteriormente en el resto de Europa.
España sufrió por primera vez en la historia europea la represión bélica sobre la población civil, y de eso fue una muestra Cartagena, como Madrid, Gernika, Durango... en mayor escala que otras poblaciones de la España Republicana.
La primera casa que fue derribada por una bomba en la ciudad, enterró bajo sus cascotes a los señores de la familia, la criada y el perro... porque las explosiones no entendían de diferencia entre clases, ni tan siquiera entre especies... y lo mismo que las explosiones, tampoco el hambre y la miseria distinguió muchas veces de ideologías... la población cartagenera, hermanada bajo el terror de los bombardeos o bajo el impacto del bloqueo, debía disponer de un monumento dedicado a ella, a esa población que, sin discriminación de edad, sexo o condición social sufrió los efectos de la barbarie y la intolerancia.
Sueño ver erigirse ese monumento en el lugar del que hoy ocupa alguno de los levantados en honor de los golpistas asesinos López Pinto o Bastarreche, un monumento a la memoria de quienes perdieron su vida por los bombardeos, de quienes se arruinaron por su causa, de quienes perdieron en ellos a sus seres queridos, de quienes quedaron marcados para siempre por el impacto emocional de aquellos días.
Recuerdo esos versos de Bertold Brecht que, más o menos, decían algo así como:
Hace mucho tiempo hubo una guerra.
Al final hubo vencedores y vencidos.
Entre los vencidos, el pueblo llano, pasó hambre.
Entre los vencedores, el pueblo llano, la pasaba también.
Pues sí, el pueblo llano pasó hambre, el pueblo llano sufrió y padeció, tanto entre los vencedores como entre los vencidos, porque ayer, igual que hoy, ése es el destino del pueblo: sufrir y padecer las consecuencias de los egoísmos, de las intolerancias, del capitalismo y del fascismo, mientras que los de arriba se enriquecen a costa de su sufrimiento, de su hambre, de su miedo y su dolor...
Sueño con monumento levantado en honor de ese pueblo que sufrió.
Ansío ver desaparecer los monumentos y los nombres de los fascistas de nuestras calles y plazas.
Sueño con monumento levantado en honor de ese pueblo que sufrió.
Ansío ver desaparecer los monumentos y los nombres de los fascistas de nuestras calles y plazas.
¡¡¡FUERA NOMBRES FRANQUISTAS DE CARTAGENA!!!
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